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Donde hubo un Zanjón, hubo un Baraguá

Fecha: 

16/03/2019

Fuente: 

Sierra Maestra

Autor: 

Uno de los hechos más notables de la Historia de Cuba sucedió en Mangos de Baraguá, antiguo Departamento Oriental, el 15 de marzo de 1878. Mucho se ha hablado de esto: el instante en que Antonio Maceo, el Titán de Bronce, se alzó contra el Pacto del Zanjón, que garantizaba la paz sin independencia para la isla, y pronunció su famosa frase de “no nos entendemos”.
 
Baraguá ha quedado para la posteridad como el momento supremo de la intransigencia revolucionaria, del valor de los cubanos y la fuerza de los ideales. Pero, ¿qué repercusión tuvo en los años posteriores?
 
Según la investigadora Bárbara Argüelles Almenares, del Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales de Santiago de Cuba, el primer artista que llevó el trascendental momento de la Protesta de Baraguá a la pintura fue Juan Emilio Hernández Giro, quien a lo largo de su carrera se dedicó a plasmar la figura de Antonio Maceo en sus momentos cumbres.
 
Cabe recordar que el artista es de una época posterior y por tanto no debe ser tomado literal lo que expone en la pintura, para la que, además, es válido pensar que se tomó ciertas licencias artísticas.
 
En el cuadro, Martínez Campos se halla nervioso, sentado en una hamaca, mientras que Maceo está de pie, erguido, protagonista total de la escena. En el segundo plano fue organizando a los otros participantes del hecho, no en el orden en que estaban colocados en la vida real (no veo cómo se hubiese podido saber eso con exactitud), sino por el orden de importancia que fueron adquiriendo posteriormente. Ellos representan los sectores más importantes de la composición social del Ejército Libertador.
 
Por otra parte, Camila Vilorio Foubelo, también investigadora del Centro, estudió la repercusión de la Protesta en la neocolonia. José Martí, ya en 1893, decía de este hecho que fue “de lo más glorioso de nuestra historia”. Teniendo esto en cuenta, el gobernador de la provincia de Oriente en 1902, Francisco Sánchez Hechavarría, mandó a colocar una inscripción en el sitio que prohibía terminantemente dañar los árboles que atestiguaron el suceso.
 
Sin embargo, no se les dio demasiada importancia hasta 1913, cuando El Cubano Libre publicó una propuesta de ley para autorizar un crédito de 6 000 pesos a fin de comprar el terreno. No es hasta el 15 de marzo de 1931 que se inaugura el monumento en Mangos de Baraguá.
 
Víctor Pullés y Graciela Pacheco, expertos de este mismo centro de estudios santiaguero, se dedicaron a repasar la trascendencia de la Protesta de Baraguá en la ideología y el discurso político del Líder Histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz.
 
En efecto, en el momento del triunfo revolucionario el 1ro. de enero de 1959, Fidel se dirigió al pueblo en el parque Céspedes de Santiago de Cuba. En este discurso épico, hizo alusión a que esa vez la Revolución sí llegaría al poder, que no pasaría como al concluir la guerra del 1895, en que los mambises no pudieron en­trar a la urbe. Fidel expresó que en los días finales de la guerra, al pasar por Mangos de Baraguá, lugar de la histórica Protesta y del inicio de la invasión a Oc­cidente, les “hizo experimentar una de las sensaciones más emocionantes que puedan concebir”, y aseveró “que esta generación cubana ha de rendir y ha rendido ya el más fervoroso tributo de reconocimiento y de lealtad a los héroes de nuestra independencia”.
 
El 10 de octubre de 1968, Fidel argumentó que “en el momento en que aquella lucha de diez años iba a terminar, surge aquella figura, surge el espíritu y la conciencia revolucionaria radicalizada, simbolizada en ese instante en la persona de Antonio Maceo”.
 
Nuevamente volvió a citar este acontecimiento el 15 de marzo de 1978, cuando declaró: “Nosotros tuvimos nuestros reveses, duros; los tuvimos en el Moncada. ¡Ah!, pero nunca nos dimos por vencidos. Los combatientes del Moncada nunca se dieron por vencidos, nunca aceptaron la derrota. Era el espíritu de la Protesta de Baraguá. En la cárcel jamás se humilló ningún combatiente, jamás aceptó la derrota. Era el espíritu de Baraguá. Después del desembarco del Granma los reveses fueron grandes, pero muy grandes, podrían parecer insuperables; pero nadie se dio por vencido. Los que sobrevivieron, decidieron continuar la lucha. ¡Era el espíritu de Baraguá!”.