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Ética

Fecha: 

27/02/2024

Fuente: 

Cubadebate

Autor: 

"De Martí aprendí la ética", nos diría una y otra vez Fidel, en confirmación permanente de una de las esencias más caras de su pensar y actuar revolucionario. Fue la base sobre la que erigió el escudo moral que le acompañó en la vida; fue la fuerza que le granjeó la admiración de nuestro pueblo y le reservó el respeto de los adversarios.
 
Alimentó su espíritu de ese decoro tremendo de nuestros patricios, de aquellos que fueron a la manigua a conquistar la justicia, la libertad y la igualdad que sustentan la prédica, la ética y la práctica revolucionaria.
 
Martí nos hizo apreciar "la utilidad de la virtud", y la enseñó no sólo desde su encendida retórica, sino desde el traje raído donde guardaba en los bolsillos las donaciones de los clubes revolucionarios de Nueva York y de los tabaqueros de Tampa.
 
Maceo, el grande de tanta fuerza en el brazo como en la mente, nos convenció del valor de las convicciones y nos inculcó la fuerza de la coincidencia entre ser y pensar: "... jamás vacilaré porque mis actos son el resultado, el hecho vivo de mi pensamiento, y yo tengo el valor de lo que pienso, si lo que pienso forma parte de la doctrina moral de mi vida (..). La conformidad de la obra con el pensamiento: he ahí la base de mi conducta, la norma de mi pensamiento, el cumplimiento de mi deber. De este modo cabe que yo sea el primer juez de mis acciones"
 
De esas raíces poderosas bebió la Revolución cubana para conformar su entramado de valores, para sustentar el ideal de una sociedad nueva y más humana, donde la Patria es "ara y no pedestal.Se le sirve, pero no se la toma para servirse de ella."
 
“Nosotros vivimos en función de nuestros ideales y de nuestros principios, de nuestra ética. Esa ha sido nuestra vida”, resumiría Fidel sus más de 60 décadas de consagrada lucha revolucionaria.
 
Si la Revolución ha llegado hasta aquí, además de su inmensa obra, ha sido por la ética, la honradez, la moral y los principios sobre los que se ha levantado.
 
Cuando más difíciles son los tiempos, más poderosa e imprescindible se convierte la praxis de los más altos y reconocidos valores revolucionarios.
 
De ahí el enorme valor del ejercicio moral de la firma del Código de Ética por todos los cuadros revolucionarios. Es el compromiso con toda esa savia cívica y digna de los que nos forjaron como pueblo. Es la confirmación de que la salvación y perdurabilidad de la obra está en la dignidad de ese pueblo y en la honradez, honestidad y honor de sus líderes.
 
Patriotismo, antimperialismo, fidelidad, honestidad, honor, disciplina, altruismo, humanismo, solidaridad, profesionalidad, colaboración, probidad, responsabilidad, transparencia y austeridad, se erigen en las columnas de la ética a que convoca la Revolución desde este Código.
 
"...asumir la autoridad otorgada como un honor y un compromiso, nunca como una ventaja personal; rechazar los privilegios y el acomodamiento, consciente de que el ejercicio de la dirección no confiere ningún derecho o preferencia sobre los demás; ser ejemplo y promover la honradez, sencillez y modestia, tanto en el ámbito laboral y social como en la vida personal, en el espacio físico y digital; motivar y exigir igual comportamiento de su familia y compañeros de trabajo", es el llamado vital que se hace a quienes conducen un espacio de Revolución desde el más modesto de los cargos hasta las más altas responsabilidades.
 
El Che, que identificó en los cuadros a la columna vertebral de la Revolución, nos previno: "El socialismo económico sin moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación… Si el comunismo descuida los hechos de conciencia puede ser un método de repartición, pero deja de ser una moral revolucionaria."
 
Fidel, en aquel memorable y aleccionador discurso en la Universidad de La Habana, en noviembre de 2005, nos dejó un llamado bien parecido: "(...) los valores éticos son esenciales, sin valores éticos no hay valores revolucionarios".
 
Esa sigue siendo la utopía que nos mueve: una sociedad próspera, justa y de elevada conciencia y moral revolucionaria. Tamaña tarea la que seguimos teniendo por delante; ahora, quizá, en las peores condiciones.
 
En esa batalla, los cuadros y su ética son decisivos.