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Fidel Castro Ruz y la proyección internacional de la Revolución Cubana (I)

Médicos y enfermeras de la Brigada Médica Internacional Henry Reeve de Cuba posan con un retrato del líder cubano Fidel Castro mientras se despiden antes de viajar a Italia para ayudar en la lucha contra la pandemia del coronavirus COVID-19, en la Unidad Central de Cooperación médica en La Habana, el 21 de marzo de 2020. Foto: Yamil LAGE / AFP
Médicos y enfermeras de la Brigada Médica Internacional Henry Reeve de Cuba posan con un retrato del líder cubano Fidel Castro mientras se despiden antes de viajar a Italia para ayudar en la lucha contra la pandemia del coronavirus COVID-19, en la Unidad Central de Cooperación médica en La Habana, el 21 de marzo de 2020. Foto: Yamil LAGE / AFP

Fecha: 

10/08/2020

Fuente: 

Cubadebate

Autor: 

¿Por qué estas notas?
 
En pocos días el Líder Histórico de la Revolución Cubana cumplirá 94 años. La ocasión es propicia para reflexionar sobre cómo fue la interrelación entre “Fidel Castro Ruz y la proyección internacional de la Revolución Cubana”
. El tema integra una de las muchas facetas de la realidad nacional que son objeto de deformación sistemática por la derecha internacional.
 
Dos artículos interrelacionados expresan la gratitud que merece quien condujo la  transformación de Cuba en baluarte internacional de dignidad, firmeza, solidaridad, internacionalismo y capacidad para encarar con éxito los más adversos desafíos internos y externos, a partir de la decisiva y consciente  participación política de su heroico pueblo. Cada una de estas afirmaciones puede ser verificada por quien de forma sincera lo desee. Sobran los hechos que las avalan.
 
Los jóvenes que en América Latina y el Caribe luchan por cambios sociales y políticos en sus países son los destinatarios principales de ambos textos. Ellos, como es comprensible, no conocieron el magnetismo personal del líder cubano, no poseen una visión directa sobre las experiencias de construcción socialista en Cuba y, en cambio, las “conocen” principalmente por lo que desinforma la gran prensa de derecha en nuestro continente. Así lo ha confirmado el autor durante los últimos años.
 
Las experiencias de construcción socialista que el pueblo de Cuba protagoniza y asegura no requieren de propaganda, sino de honestidad intelectual y de decisión para verificar los hechos que las avalan. Es este un llamado a esa honestidad y una invitación al estudio objetivo de la Revolución Cubana con sus inmensos logros humanistas; los inevitables errores de toda experiencia política, y que en su caso con valentía y honradez debaten la dirigencia del país y el pueblo; y las lógicas interrogantes de un trayecto histórico nuevo.
 
La osadía de las cubanas y cubanos al demostrar por más de 60 años que era falsa la tesis del “fatalismo geográfico”, al decidir, “contra viento y marea”, construir una sociedad  socialista a 90 millas de la frontera sur del mayor y más brutal imperio de la historia, ¡claro que se paga caro, pero da sentido a la vida!. Así piensa la mayoría revolucionaria. No constituye riesgo alguno asegurarlo.
 
Abordar la proyección internacional[1] de la Revolución Cubana es equivalente a reconocer, en primer lugar, el papel decisivo jugado por  Fidel Castro Ruz como inspirador[2], arquitecto, conductor y ejecutor principal de la política exterior, así como su condición de actor clave de todas las acciones de alcance internacional desarrolladas por Cuba entre 1959 y el 2016. Implica, además,  comprender la importancia de los valores morales y los principios éticos en cada una de sus actuaciones, tanto en la política interna como internacional.
 
Fidel, como José Martí, siempre concibió las decisiones políticas a partir de posiciones de principio y de valores morales no negociables, a la vez que con sentido del momento histórico y encomiable objetividad supo evaluar la correlación de fuerzas existente, así como adoptar las decisiones correspondientes a las exigencias políticas de cada circunstancia. Esta capacidad lo transformó en un estadista excepcional. El Che Guevara lo reconoce en su histórica Carta de Despedida.
 
Bajo su influjo, en la política externa de la Revolución Cubana los principios constituyen el componente esencial del interés nacional y son, a la vez, el fundamento de una práctica política capaz de armonizar, por ejemplo, el patriotismo con el internacionalismo, incluso en situaciones internas adversas y/o de reconocido peligro en el escenario internacional.
 
Con incuestionable perspectiva histórica comprendió, desde antes del primero de enero de 1959, que la política exterior, como todas las acciones de una Revolución hecha a 90 millas de los Estados Unidos y de sus élites de poder hostiles a Cuba, sólo podría resultar exitosa a partir de la práctica consecuente del antiimperialismo, así como de la insoslayable participación activa, organizada y consciente de toda la sociedad en ella. La historia de estos 61 años le dio con creces la razón.
 
En este contexto, para el Líder Histórico de la Revolución la política exterior no podía quedar limitada a la existencia de eficientes aparatos estatales y gubernamentales especializados, entre los que ocupa un lugar fundamental la diplomacia. Debía integrar también, de forma sustantiva y creativa, la acción simultánea de esta última y la de todas las organizaciones políticas, sociales, de masas y profesionales en capacidad de cumplir misiones de interés para los objetivos del país en el sistema de relaciones internacionales, conforme a las exigencias de cada momento o coyuntura.
 
Esta visión de Fidel ayuda a explicar por qué la proyección internacional – o externa como también se podría decir - de Cuba, fue y es mayor que el tamaño de su territorio, economía, población y recursos naturales, y confirma por qué el prestigio político, la autoridad moral y la influencia internacional de un país no dependen exclusivamente de su poderío militar, financiero o tecnológico.
 
    Mostrar la vigencia y los logros de esta concepción constituye otro de los objetivos de los dos textos de esta serie. Lo aquí expresado podría decirse de un modo más sencillo: la conducción fidelista de la política exterior involucró a todo el pueblo y al conjunto de las organizaciones sociales y de masas del país como sujetos cada vez más conscientes en la defensa de los intereses externos del país.
 
Preservar y consolidar esta proyección de la política internacional es misión fundamental del Partido Comunista de Cuba (PCC), sobre todo cuando llegó el momento en que, como advirtiera el General de Ejército Raúl Castro, “…solo el Partido… puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en el único Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, el compañero Fidel Castro”[3].
 
Esta idea se subraya por la siguiente razón: en las condiciones particulares de Cuba el PCC, partido único y a la vez referente político respetado por la mayoría revolucionaria del pueblo, se transformó en factor imprescindible de la unidad nacional. Por ello, unos lo combaten y otros buscan desconocerlo. Para la Casa Blanca, lograr su destrucción constituye un objetivo prioritario de la estrategia de cambio de régimen para el caso cubano.
 
    Por todo lo expresado, es esencial recordar en todo momento esta advertencia de Fidel, hecha en diciembre de 1988, luego de explicar con amplitud sus fundamentos: “…algo debe ser esencia del pensamiento revolucionario cubano, algo debe estar totalmente claro en la conciencia de nuestro pueblo, que ha tenido el privilegio de ser el primero en estos caminos, y es la conciencia de que nunca podremos, mientras exista el imperio, bajar la guardia, descuidar la defensa”[4]
 
El papel de los valores y principios
 

Foto: Dominio Cuba.

En el origen del pensamiento independentista cubano existe un rasgo que con el tiempo se fue arraigando: el culto a los mejores valores morales asociados a las luchas universales por la justicia, la igualdad y el respeto a la dignidad humanas. Así lo confirman, en su pensamiento y práctica política las figuras cimeras de la historia cubana, desde el presbítero Félix Varela al Apóstol José Martí y desde éste a Fidel Castro.
 
Puede afirmarse de forma categórica, a modo de síntesis, que la historia política cubana y la de sus luchas independentistas en particular, es a la vez la historia del modo como nuestros próceres y antecesores concibieron y practicaron los más preciados valores morales de su época.
 
La filosofía de que los objetivos justifican los medios para alcanzarlos, nada tiene que ver con la historia del pensamiento revolucionario cubano, ni con el que reivindicamos para el presente y el futuro de la Cuba socialista. Fidel aporta la razón esencial al afirmar que “sin valores éticos no hay valores revolucionarios”[5].
 
Unos y otros aparecen resumidos en la definición del concepto Revolución. Esta última ofrece, al mismo tiempo, una síntesis de la tradición ética del independentismo cubano; retrata cada momento de la propia vida de Fidel y da las claves para la construcción del socialismo próspero, democrático y sostenible que defendemos como proyecto de sociedad.
 
En cuanto los valores morales reflejan los rasgos principales de la sociedad, la clase o el grupo social que los enarbola y defiende, los expuestos por Fidel sintetizan, por tanto, las más preciadas aspiraciones del pueblo de “obreros y campesinos y demás trabajadores manuales e intelectuales”[6] que sigue siendo garante de la Revolución.
 
Para alcanzar dichas aspiraciones a plenitud, el camino todavía es largo, quizás muy largo. Los cambios culturales a nivel masivo implican años de tesonera labor formativa por parte de todo el sistema político y social de un país, más aún en el caso de uno agredido por el mayor imperio de la historia.
 
La dignidad y el apego a la verdad, el desinterés y el humanismo, la modestia y el altruismo, el sentido de la igualdad y la disposición al sacrificio, la audacia y el heroísmo, el patriotismo y el internacionalismo, que exalta el Líder Histórico de la Revolución constituyen valores morales no sólo fundamentales, sino definitorios de la conducta de quien pretenda, con libertad plena, contribuir a la edificación de una sociedad más solidaria y justa. En este sentido, son valores rectores e imprescindibles de la política exterior de la Revolución y de todos sus representantes.
 
Todos juntos forman un sistema de valores cuyos contenidos concretos van reflejando los rasgos y las exigencias de cada etapa histórica.
 
El valor solidaridad y la cultura solidaria a él asociada, por ejemplo, adquirieron en el marco de las luchas revolucionarias de fines del siglo XIX y sobre todo durante el XX, una dimensión adicional: la del internacionalismo, definido por Fidel como “la mejor esencia del socialismo”[7].

El Che Guevara desembarcó en el Congo por el lago Tanganica en abril de 1965.
Foto: Archivo.

Esto lo confirmaron ejemplarmente el Che y miles de anónimos combatientes internacionalistas, en la defensa de la libertad de los países coloniales de África y en otros que luchaban contra la dominación imperialista, en Asia o América Latina; lo confirman nuestros médicos y colaboradores en las zonas más pobres y necesitadas del planeta, así como los maestros y profesores que en Cuba forman a especialistas del tercer mundo.
 
El patriotismo, el amor por la independencia y el sentido de la dignidad, entre otros valores, ante la voracidad anexionista de Estados Unidos devinieron antimperialismo consciente y ajeno a toda visión nacionalista estrecha (chovinista).
 
Ello explica que seamos antimperialistas, no anti-estadounidenses, y que la esencia de la Revolución que construimos la proyecte al mundo desde una auténtica vocación humanista. Ello explica que con la mayor disposición y entrega, los médicos cubanos formados en los valores mencionados se consagren a salvar vidas, a riesgo de las suyas, en el África con Ébola, o en la Italia desarrollada golpeada por la COVID-19.
 
Estos cubanos libres que llevan salud y fraternidad a todos los continentes, son el rostro contemporáneo del internacionalismo que  Fidel y el Che concibieron y asumieron como deber y necesidad.
 
El antimperialismo, el internacionalismo y el sentido del deber con la defensa intransigente de la unidad con los países del Tercer Mundo y con toda causa justa, proyectaron a la Revolución Cubana ante el mundo con una identidad propia desde 1959.
 
Esta identidad se multiplicó año tras año, a partir de un rasgo esencial y perenne: la coherencia. Así lo confirma el artículo “La proyección internacional de Cuba: datos y hechos de una práctica política consecuente”.
 
Los valores morales y políticos, una vez asumidos de forma institucional o práctica por un individuo, clase o grupo social, el Estado o un partido político, adquieren la condición de principios con valor normativo del quehacer diario de sus integrantes.
 
En consecuencia, la práctica estricta del antiimperialismo, la solidaridad y el internacionalismo, y la defensa intransigente de la unidad de los revolucionarios a partir de los valores contenidos en la definición del concepto Revolución, constituyen principios rectores de la actuación interna e internacional de Cuba y de todos sus representantes. Preservarlos y profundizarlos será el mejor homenaje  que Fidel merece.
 

Médicos cubanos combatieron el ébola en Guinea y otros países
africanos junto a profesionales de EEUU y otros países.
Foto: Archivo de Cubadebate.

Notas:
 
[1] El Dr. Luís Suárez Salazar apela al concepto “proyección externa” (aquí denominada proyección internacional) para mostrar cómo, en el caso de la Revolución cubana, los sujetos sociales involucrados en acciones de impacto internacional han jugado una función fundamental, en sintonía con la actuación de los actores especializados del Estado a cargo de conducir la política exterior. Este enfoque muestra con exactitud cómo se expresa en este campo de actividad la participación democrática de la sociedad cubana a partir de 1959. Se recomienda ver de Suárez “El siglo XXI. Oportunidades y desafíos para la Revolución Cubana”. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 2000. P 1-2.
 
[2]Esta presentación asume la formulada inicialmente por el Dr. Eduardo Delgado, en su trabajo “Fidel Castro: inspirador y arquitecto principal de la política exterior de la Revolución Cubana”. Era imprescindible mostrarlo también como “conductor” y “ejecutor” de este estratégico frente de defensa de la Revolución.
 
[3] Raúl Castro. Palabras de Clausura Primera Conferencia Nacional del PCC. 29 de enero del 2012
 
[4] Fidel Castro. Discurso en acto por el XXXII aniversario del Desembarco del Granma. 5.12.88
 
[5] Fidel Castro. Discurso en la Universidad de La Habana. 17 de mayo de 2005
 
[6] Artículo 1. Capítulo I. Constitución de la República de Cuba.
 
[7] Fidel Castro. Palabras en mitin efectuado en Praga, Chekoslovaquia, el 25 de junio de 1972.