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Fidel y el programa que cambió la vida de miles de jóvenes

Plaza Celia Sánchez Manduley, Manzanillo.
Plaza Celia Sánchez Manduley, Manzanillo.

Fecha: 

28/03/2017

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

La noche del 28 de marzo del 2002, a la espera en una plaza abierta a pocos metros del mar, no le provocó a Sheila Pons Delgado el frío que sí sintió, de pronto, cuando vio acercarse al hombre alto, de verde olivo, que la miró y le dio un beso.
 
La impresión le congeló las palabras, justo a ella, siempre tan locuaz, y ante aquel torrente de cortesía y ternura que brotaba sobre la barba hirsuta –¿Cómo se sienten, cómo los tratan, díganme de los estudios…?–, solo atinó a responder un automático «bien, muy bien», que pudo zafar del nudo en la garganta.
 
«Al ver a Fidel allí, frente a mí, tuve entonces la certeza de que por fin mi vida tomaría otra vez un rumbo, que sería alguien, y hasta quizá estudiaría lo que siempre añoré: sicología médica», cuenta Sheila abriendo grande los ojos, como quizá los tuvo aquel instante.
 
«Todas las explicaciones que me habían dado sobre lo que sería el Curso de Superación Integral para Jóvenes, en el que además me pagarían por estudiar, parecía demasiado bueno como para ser verdad.
 
«Fui incrédula hasta ese momento en que vi al Comandante, era en sí misma una oportunidad que quizá no mereciera una muchacha desvinculada del estudio hacía tres años; porque la carrera de mis sueños no llegó en mi curso, y para hacer algo a disgusto mejor no lo hacía, a pesar de mis buenas calificaciones.
 
«La vida de un joven sin ocupación se complica fácil. Yo misma salí embarazada, dependía de otros, mientras crecía mi desesperanza…
 
«El día que empecé el curso, entre jóvenes de distintas procedencias y con historias diversas de estudios interrumpidos y caminos torcidos, sentí que se abría una puerta en mi vida.
 
«Puse todo el empeño, como si aquella noche del encuentro con Fidel, cuando desde la plaza Celia Sánchez, de Manzanillo, se inauguró nacionalmente el Curso de Superación Integral para Jóvenes, hubiera adquirido un compromiso grande con él, con mi familia, con mi propia persona.
 
«Llegué a ir a la escuela con mi niño, no perdía una clase. La renovada pasión por los estudios ocupó todo mi tiempo, a tal punto que asumí la dirección de la FEEM del centro, fui candidata al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Venezuela, y desde todas las tribunas defendí aquella idea magnífica del líder de la Revolución; incluso contra los prejuiciados que la calificaban como “una inversión equivocada que paga a delincuentes por estudiar”.
 
«Así decían algunos, y hoy no hay mejor argumento para responder que los miles de compañeros míos ahora eminentes doctores, abogados, profesores, ingenieros... Siento un orgullo extraordinario por venir de esa cantera.
 
«Yo misma logré mi sueño desde el curso, pues cuando ya me preparaba para ingresar a Medicina, un profesor amigo me hizo saber de la única plaza que había llegado para estudiar Sicología de la Salud. En medio de un maratón de candidatos yo fui la ganadora, y si estoy hoy aquí, con mi sueño cumplido, fue gracias a esa idea genial de mi Comandante en Jefe».
 
Graduada con título de oro, Sheila luce con placer la bata blanca, no solo de la sicóloga procurada por muchos en el policlínico I de Manzanillo, sino la profesora renombrada en la Universidad de Medicina, Máster en Ciencias, participante en varios congresos internacionales del ramo, y sobre todo, la muchacha fiel a sus orígenes.
 
«Empatía», dice apelando a un término típico de su profesión. «Fidel desbordaba eso. Yo lo sentí. La confianza para seguir adelante vino de ahí, de la cercanía fugaz a él y de la oportunidad del Curso Integral de Superación para Jóvenes; una idea genial que arregló mi vida, porque me encontró en el lugar y el momento exacto para salvarme».
 
RECONSTRUCCIÓN
 
Eliexer Peláez Pacheco también tuvo en el curso la opción de reconstruir su futuro. «Y lo reconstruí, literalmente, porque este telecentro en el que hoy trabajo como periodista, me vio joven entre las fuerzas de choque que lo remodelaron para ser Golfovisión, la primera televisora municipal de Cuba».
 
Dice sentir un orgullo fundador, porque su año también fue ese periodo inaugural que Fidel anunció al mundo, desde la plaza manzanillera.
 
«Además, en plena organización, fui el primer presidente de los muchachos ante la FEEM en el municipio».
Eliexer ya había logrado graduarse de técnico medio en construcciones metálicas, y hasta impartía clases de la especialidad en su propio politécnico «pero no era lo añorado por quien nació para las letras y no demoré en dejarlo».
 
Al año de no hacer nada, se vio de pronto ante las puertas abiertas que ofreció el Curso de Superación Integral para Jóvenes. «Apenas sin pensarlo matriculé, y en solo un calendario ya estaba sentado en un aula universitaria de un centro municipal, esa otra idea maravillosa que universalizó la enseñanza superior.   
 
«La experiencia no solo se resumió en la consumación del título acariciado de comunicador social, hoy periodista en ejercicio; sino en la certeza de que en nuestra Revolución no hay retos imposibles si de estudiar y superarse se trata».
 
Lo dice desde esa sana emoción que le causó ser reconocido como el graduado más integral de la Universidad de Granma en la promoción del 2009, aun desde las aulas de un centro municipal «a las que llegué proveniente de esa opción salvadora que fue el Curso de Superación, y que muchos equivocados desacreditaron».
 
«¿Cómo podía haber equívoco en una alternativa que puso, ante los ojos de jóvenes desorientados, la vía de construir su futuro? Recuerdo que, además, los estudiantes fuimos en esa etapa una fuerza movilizadora indetenible, masiva, de apoyo vital para las muchas obras constructivas que se levantaron en la provincia y convirtieron a Granma en referencia nacional.
 
«Yo mismo puse ladrillos en el telecentro que, sin imaginarlo entonces, hoy es mi lugar de trabajo. Cada vez que pienso en eso miro al ayer de hace 15 años, me veo en el curso, a los cientos de amigos que también así encontraron su camino, y me dan unas ganas tremendas de abrazar a Fidel; porque él está todavía y es responsable de mi presente, de mi familia, de las historias agradecidas que hoy cuenta con orgullo el periodista que soy».