Fidel
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Decirlo ahora, no después; como definición y trinchera, no desde el fanatismo ni el culto a la personalidad, sino desde el reconocimiento a la epopeya de Cuba y la identidad latinoamericana: Fidel Castro, el Fidel que nos representó de jóvenes y nos sigue representando, es uno de los mejores seres humanos del último siglo.
Nadie que pretenda esclavizar a un pueblo lo educa. Ningún dictador autoritario le daría a su pueblo las armas del conocimiento, de la palabra, la ciencia y haría de su país una potencia cultural como hoy es Cuba, frente a las “democracias” surgidas de la dependencia y la globalización y que en 40 años han dejado sociedades polarizadas, analfabetas, llenas de pobreza y enfermos crónicos.
A lo largo de 50 años Fidel es el constructor de la identidad latinoamericana nueva y proyectada sobre el pasado colonial común, la lengua, luchas, guerras civiles y la amenaza latente de un hispanoamericanismo dictado desde los Estados Unidos del norte. La obra humanista de la revolución cubana no se hizo sola: es la visión de una generación de jóvenes intelectuales dirigidos por Fidel que pusieron su vida como prenda de sus convicciones y significaron a Cuba en el mundo y como referencia para todos los pueblos.
Durante 48 años al frente de la mayor epopeya de los pueblos latinoamericanos que fue defender la soberanía, independencia y autodeterminación bajo la amenaza real de la invasión y el cerco económico, Fidel siempre ha estado vigente, actualizado y presente en los grandes debates, no desde el resentimiento, sino desde la razón mil veces explicada, desde la obra y el ejemplo, que pese a las amenazas no sucumbió ante el militarismo ni la corrupción.
Bajo el odio imperial representó no sólo a Cuba en sus aspiraciones, sino a Latinoamérica y los pueblos de Asia y África en su defensa; impidió, bajo la visión imperial de ocho o nueve presidentes estadunidenses, que Cuba cayera en el esquema de las provocaciones internas y externas para justificar una invasión directa, y logró para la dignidad latinoamericana y todos los explotados del mundo la credibilidad en nuevas formas de organización humana, haciendo del pensamiento socialista una idea posible. En consecuencia, Fidel ha sido el garante de la solidaridad de pueblo a pueblo, no nada más en las luchas libertarias, sino también en los desastres naturales, donde han estado los jóvenes médicos y maestros, las medicinas y los alimentos por encima de toda diferencia oficialista.
Como intelectual, estadista, militar, estratega, historiador, maestro de la palabra, ha sido el constructor del pensamiento humanista de los socialistas.
A lo largo de 25 años Cuba vivió acusada de ser “un satélite de la URSS”, pero tras la desaparición de la potencia, junto con los regímenes de Europa del este, no nada más sobrevivió y demostró lo contrario, pese a resentir la radicalización del aislamiento, sino que desarrolló con gran inteligencia las armas diplomáticas y la resistencia, construyendo en total austeridad soluciones científicas y contra las enfermedades. Ahí estuvieron Fidel y su generación de compañeros intelectuales y jóvenes diplomáticos en la ONU, las reuniones de jefes de Estado, las cumbres latinoamericanas, haciendo de estos actos hechos históricos por la presencia de Fidel. Así se vio durante la reunión de los 150 jefes de Estado en Nueva York, en el otoño de 1995, cuando el alcalde Rudolph Giuliani lo excluyó de la invitación a cenar, y en contrapartida lo acogía la comunidad afroestadunidense en la iglesia bautista de Harlem, donde Fidel habló del cielo y el infierno entre coros de tambores africanos, mientras desaparecían los otros 149 comensales de Giuliani.
Fidel ha hecho de los organismos internacionales el gran campo del debate y de batalla contra la idea estadunidense de aislarlos y hacerlos reventar. Soldado del pensamiento, como él mismo se asume, es ya un referente en defensa de la alimentación mundial, la energía, las economías justas, el derecho a la educación y el trabajo.
Fidel no es como muchos de nuestros políticos, que sin cargo no son nada y desaparecen en espera de su obra de abusos. Estará ahí cuando se levante el bloqueo y la Cuba que gobernó haya demostrado en obra y pensamiento que el humanismo, guiado con verdades y metas posibles, no acaba en derrota o en sueño imposible. En los peores momentos o frente a los errores, supo decir “y mañana, estará peor”, así como reconocerlos, lo cual convirtió su palabra en sinónimo de verdadero.
Hasta los enemigos estarán sorprendidos de la precisión estratégica de su retiro al frente del gobierno de Cuba. Nadie verá estatuas de Fidel derrumbadas porque no hay, ni físicas ni políticas. La consolidación de la conducción de la revolución cubana espera el fin de la decadencia y el agotamiento del bloqueo estadunidense, que sin duda abrirá una nueva situación para los cubanos, lo que también será obra de Fidel, como de su generación, quienes luego de 55 años serán absueltos por la historia.