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Jagüey fue grande en Girón

Fecha: 

16/04/2025

Fuente: 

Granma

Autor: 

Todos los años por el mes de abril, las personas más longevas de este sureño territorio recuerdan los días duros de 1961, y la influencia determinante de su pueblo en la victoria de Girón.
 
Todos conservan una anécdota de aquella gesta en la que Jagüey Grande fue un punto de apoyo, un sostén.
 
Hombres y mujeres que pasan ya de los 80 años de edad, rememoran cómo la gente vitoreó a las caravanas de autobuses y camiones repletos de milicianos, combatientes de caras desconocidas a quienes alentaron sin cesar.
 
 

Humberto Rodríguez, historiador de la localidad, habla con pasión de los hechos. Foto: Ventura de Jesús García


HÉROES DE LA RETAGUARDIA
 
«Levántense que llegó la invasión y los americanos están atacando».
 
 Así, de casa en casa, la noticia corrió como la pólvora, y muy pronto todo el pueblo de Jagüey Grande, el más próximo al escenario del desembarco, se puso en pie de guerra. Eran las primeras horas del día 17 de abril de 1961.
 
Con todo lo ocurrido posteriormente, además de que no pocos de sus hijos fueron a combatir a los mercenarios, el poblado matancero mereció el calificativo de Retaguardia segura de Girón, evoca el luchador Jesús Prado del Rosario, de 89 años de edad.   
 
Hombres y mujeres se volcaron a las calles a alentar a los milicianos que llegaban desde diversos rincones para hacer frente a los invasores. Daba la impresión de que el todo pueblo estaba movilizado. La mayoría se fue concentrando en el local de la milicia, el gobierno municipal y el cuartel del Ejército Rebelde.
 
«Entre las cosas que no olvido de aquellos difíciles momentos está la respuesta de la gente, muchos querían empuñar las armas y todos querían ayudar, de una forma u otra», aseguraría, pasado el tiempo, Manuel Alayón Ramos, testigo de los hechos y quien participó, junto a su esposa, Patria Díaz-Ravera Hernández, en la organización de la asistencia.   
 
«Unos a otros nos transmitíamos entusiasmo y empezamos a organizar la retaguardia. La población hizo causa común, y de forma voluntaria suministró recursos indispensables como sábanas, mantas, toallas, fundas, compotas, cubos, catres y otros materiales», evocaría Díaz-Ravera.
 
Humberto Rodríguez, historiador del municipio, habla con pasión del espíritu revolucionario de la gente. Asegura que a muchos no los tomó por sorpresa la invasión mercenaria, porque el país vivía momentos cumbres de patriotismo.  
 
De inmediato pusieron en práctica una fuerza organizativa de apoyo a los milicianos, y se evidenció el deseo de aprovisionarlos en todo aquello que les fuera posible.  
 
Varios centros, dice, sirvieron para evacuar y curar a los heridos, y en otros preparaban alimentos para enviar a los combatientes. Los ciudadanos comunes querían participar e iban espontáneamente a ofrecer comida y otros bienes; algunos se convirtieron en sanitarios y camilleros bajo la audaz y emprendedora dirección de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
 
«Aquí se curó a todo el mundo, y se les facilitó sangre, sin preguntar si eran mercenarios o milicianos. Los casos más graves fueron remitidos hacia Jovellanos y Matanzas», enfatizaría la anciana Patria, un ejemplo de que las mujeres cubanas, heroínas de la retaguardia, desempeñaron un papel decisivo en la victoria de Playa Girón.  
 
Para Humberto Rodríguez la respuesta de los jagüeyenses fue un factor decisivo en el triunfo sobre los mercenarios no solo por el grado de movilización de la retaguardia, sino por el estado de ánimo de quienes no estaban en la primera línea de combate.
 
«Por eso es que en la epopeya el nombre de este pueblo va unido al de Playa Girón, pues a pesar de ser entonces una pequeña comunidad con menos de 8 000 habitantes, demostró ser grande en el aliento, la unidad y la solidaridad».
 
 
DEMOSTRACIÓN PÚBLICA
 
Una prueba notable del apoyo fue que no pocas instalaciones se acondicionaron para atender a los heridos, entre ellos los entonces Casino Español, el Liceo, la Casa de Socorros y la clínica del doctor Vera. Se crearon, además, lavanderías públicas, se organizaron cocinas populares y centros para la recepción de alimentos.
 
Sin siquiera pedir su concurso, propietarios de varios lugares decidieron abrir las puertas de sus establecimientos para evacuar a personas que llegaban de los más disímiles lugares de la Ciénaga, y se creó un punto para concentrar los alimentos donados por el pueblo y llevarlos al campo de batalla.
 
«De ahí salió la primera comida que ingirieron los combatientes en la noche del día 17», asegura Rodríguez.
 
De las lavanderías públicas recuerda en particular la de Cabadillas, en la que, en tanques de 55 galones y con pastillas de jabón recolectadas en la comunidad, lavaban los ensangrentados uniformes de los milicianos.
 
Otra muestra de la generosidad de los jagüeyenses fue la entonces clínica del doctor Vera, hoy el local de la dirección municipal de Educación. Allí, cuenta Humberto, aún se conserva el salón de operaciones en el cual realizaron, con escasos recursos, las intervenciones quirúrgicas menos complicadas.  
 
En la lista de esa expresión de hospitalidad aparece la atención y sepultura a 79 de los caídos en la gesta, 14 de ellos mercenarios, que todavía yacen enterrados en la necrópolis de la localidad.
 
Habla con cariño de Antero Fernández, teniente del Ejército Rebelde y jefe del puesto militar del municipio, quien cayó mientras operaba en unión de otros compañeros para evitar que los mercenarios se apoderaran de Pálpite.
 
Entre las vivencias de aquella experiencia recalca el desempeño movilizador de la FMC, que se centró, principalmente, en la prestación de servicios de enfermería y preparación de alimentos.
 
En otros relatos, quizá hasta imaginarios, hay quien cuenta que a algunos de los milicianos que descendieron de los camiones «les dimos agua, café y otros alimentos, y recogimos notas para enviarlas en telegramas a sus familias».
 
Según la interpretación de Humberto Rodríguez, más allá inclusive de los límites de la imaginación, lo que no da lugar a duda es que el aliento permanente de Jagüey Grande y sus acciones de apoyo fueron importantes en el enfrentamiento al enemigo en las arenas de Playa Girón, y que su nombre está ligado a la victoria con marcas de heroísmo.