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Retando al peligro

Fidel llega al aeropuerto de Hanói tras su visita al sur vietnamita.
Fidel llega al aeropuerto de Hanói tras su visita al sur vietnamita.

Fecha: 

11/09/2018

Fuente: 

Diario Juventud Rebelde

Autor: 

A Lé Vinh Quán los pelos se le pusieron de punta. Algo extraño había aparecido en el contenido del plato preparado para Fidel. Sobre Lé recaía la encomienda, en la provincia central de Quang Binh, de velar por la protección y los servicios internos del Primer Ministro cubano durante su estancia en esa región del entonces agredido y convulso Vietnam.
 
Por un segundo, Vinh apeló a su reserva interior. Necesitaba una dosis adicional de su aplomo asiático, de su presteza habitual, y de esa larga experiencia que, como experto en tareas de Seguridad, lo había colocado ante delicadas misiones en Quang Binh y Quang Tri, durante la guerra desatada por los yanquis contra el pueblo anamita.
 
Esas provincias calificaban como las más «atractivas» para las bombas y la artillería norteamericanas. En el momento más crítico de la guerra, los agresores llegaron a desplegar cuatro divisiones en esa región, donde establecieron las pretendidas «barreras de Macnamara». El escenario era muy peligroso. De hecho, la dirección vietnamita trató de evitar que el Comandante corriera el riesgo de visitarlo.

 
Otro momento del recorrido del Jefe de la Revolución Cubana por el peligroso escenario de Quang Tri.
 
Nguyen Dinh Bin, excanciller de Vietnam, quien trabajó como intérprete de Fidel durante aquellas tensas jornadas, recuerda que el entonces premier, Pham Van Dong, se dirigió previamente a líder cubano, para transmitirle su punto de vista al respecto: «Queremos pedirle que nos perdone, que nos comprenda, pero no podemos acceder a su petición; la circunstancia en la zona es inapropiada para esa visita», argumentaba el Primer Ministro del país asiático.
 
«Sabíamos qué significaba Fidel para Cuba, para el movimiento de liberación, para América Latina. No se podía arriesgar así; era correcto y justo intentar persuadirlo de que no corriera ese riesgo», opina Nguyen Xuan Phong, otro exfuncionario del servicio exterior vietnamita, quien también actuó como traductor en el histórico recorrido.
 
Ocho meses antes de la llegada del estadista cubano a la nación anamita, Vietnam y Estados Unidos habían rubricado los Acuerdos de París, recuerda Nguyen Dinh Bin, «pero los gringos estaban aquí, en el sur, muy cerca; si llegaban a notar la presencia de Fidel allí…no, no…»; y mueve la cabeza como sacudido otra vez, por el osado gesto del Comandante.
 
Fidel, en una de sus Reflexiones, reflejó el temor de los líderes vietnamitas ante la incursión que él pretendía realizar por territorios recién liberados, al sur del país: «Temían que fuese víctima de alguna aventura yanqui si conocían de mi presencia en aquella zona».
 
Temor razonable, entrañable. Fidel, de Playa Girón; Fidel, de la Crisis de Octubre; Fidel... Cuántas veces habían querido matarlo; cuántas intentonas fallidas; ¡cuánta frustración acumulada en la entraña de su arrogante enemigo!
 
Quizá en el Vietnam agredido aparecería la oportunidad. Tal vez un desliz, una mano encubierta. «Nosotros sabíamos que habían espías infiltrados entre la población», admite el Comandante Nguyen Minh Ky, quien fungía como secretario del Comité Partidista del distrito de Cam Ló, e integraba la junta de la organización en Quang Tri, durante la visita del dirigente cubano.
 
Quién sabe… Fidel, la voz que alienta y desenmascara; maldición gitana (cubana) sobre la corte imperial. Tal vez un proyectil o una mina de las tantas esparcidas allá; de las miles agazapadas en Quang Binh y Quang Tri. En un escenario de guerra cualquier cosa puede ocurrir; no era descartable el «daño colateral», medular. Quién sabe…
 


Cuatro carpinteros de Quang Binh trabajaron una tarde y una noche completas para construir esta cama: «de talla especial para el Comandante». Al inicio los organizadores habían previsto una de dimensiones estándar para los vietnamitas (un metro y 80 centímetros). Para Fidel fue necesario construir una de dos metros y 20 centímetros. El líder histórico de la Revolución Cubana pernoctó en ella por breves minutos.
 
Con un objeto pequeño en la mano, y una pregunta inmensa inquietándole la cabeza, Lé Vinh Quán llegó a la cocina de la casa de protocolos que aguardaba la llegada del Comandante. Quería palpar con sus ojos la presunta anomalía acabada de detectar en el plato preparado para Fidel.
 
Vinh introdujo en el alimento cocido  la pieza que llevaba en la mano. De estar la comida en estado inocuo, el dispositivo adoptaría un tono blanco; de mutar hacia el amarillo indicaría irregularidad. Prevaleció el último color. «Entonces retiramos el plato y se procedió a elaborar otro almuerzo. La que estaba hecha la sometimos a un examen de expertos», recuerda.
 
Cuarenta y cuatro años después, en la casa de protocolos que acogió al líder cubano en Dong Hoi, Lé Vinh Quán rememoraba el suceso, desde la entrada de una pequeña habitación que irradia significado y buen cuido. La puerta, el cielo raso y los muebles, todos de madera, brillan tanto como los cristales translúcidos de las ventanas.
 
En un cuadro, sobre un pequeño escritorio, está la imagen del Comandante. «Aquí pasó él una noche», hace notar Thi Thu Há, encargada de presentación de reliquias históricas en Quang Binh. Para sorpresa de la mujer, su afirmación es refutada en el acto por Lé. «Esa es la creencia de casi todos, pero Fidel en realidad no durmió aquí», acota el veterano.
 
Lé Vinh explica que en este sitio el Comandante solo pernoctó durante unos minutos, al mediodía. Según él, por la noche Fidel entró a la habitación, «para despistar; yo estaba de guardia en esta ventana, y a través del cristal pude ver cómo el líder se colocó su pistola y se movió para otro local; fue una maniobra secreta; cuestión de seguridad», asegura. Oigo el testimonio de Lé y pienso en el Fidel ingenioso.
 
Hoy mi entrevistado sonríe al recordar aquella jornada. Pero el 14 de septiembre de 1973, cuando el mediodía se aproximaba a Dong Hoi, él no estaba para sonrisas ni chistes; la señal encontrada en la comida del Comandante continuaba golpeándole la cabeza.

Fidel en Vietnam en septiembre de 1973, cuando el país estaba enplena guerra contra el imperialismo norteamericano. Foto: Estudio Revolución.

A esa hora la pregunta era otra entre la multitud concentrada en el puerto de Haiphong, a cientos de kilómetros al norte de Quang Binh. ¿Cuándo llegará el Comandante? Desde bien temprano habían acudido al sitio —uno de los más castigados por la aviación y las minas yanquis— para esperar al Primer Ministro de Cuba. Llevaban banderas y flores.
 
Reporteros vietnamitas, junto a colegas de la Isla, y algunos miembros del equipo de Seguridad de Fidel, se sumaron a la concentración; la espera se hacía interminable. La ansiedad aumentaba en la ciudad portuaria, mientras en Dong Hoi persistía la preocupación de Vinh Quán.
 
En tanto, desde la capital vietnamita las autoridades permanecían atentas. El AN 24, en el que viajaron Pham Van Dong y Fidel, había partido esa mañana desde el aeródromo de una antigua base militar francesa en Hanói. «El vuelo a Quang Binh tenía sus inconvenientes», dice Xuan Phong, y explica que el aeropuerto de Dong Hoi era de campaña, pequeño, y había permanecido durante largo tiempo en desuso. «Además, estaba a solo 60 o 70 kilómetros de la línea divisoria; era muy peligroso».
 
Desde el maltrecho aeródromo hasta Dong Hoi, la capital de Quang Binh, la caravana del visitante tomó una carretera discreta, bien protegida. Un denso cordón de soldados, vestidos de civil para no llamar la atención, fue desplegado en paralelo a la vía, por sus dos costados.
 
«Previamente creamos un anillo de seguridad de un kilómetro en torno al lugar donde se hospedaría el Comandante, y fue recogido el armamento de fuego en poder de la población que vivía en los alrededores», refiere Vinh Quán; «recepcionamos una cifra elevada de armas, algo lógico: librábamos la guerra de todo el pueblo», precisa.
 
Son algunas de las medidas de protección adoptadas ante la imposibilidad de lograr que el mandatario cubano desistiera de su osado propósito. «La integridad física del Comandante estaba por encima de todo. Antes de que él iniciara el viaje yo tuve que traducirle ese razonamiento, y transmitirle la presencia de un peligro adicional en la zona: se aproximaba un tifón», recalca Nguyen Dinh Bin. «Entonces vamos a llegar antes que el ciclón, porque si no voy al sur mi visita no tiene sentido», había replicado Fidel.
 
A partir de ese momento el cuerpo de seguridad vietnamita inició los preparativos. Lo hizo con sumo cuidado para no dejar brechas. Mas, en aquel escenario tan complicado, la certeza no era total.
 
***
 
Finalmente Vinh Quán pudo respirar con alivio. Ese mismo día un experto le comunicó la conclusión del análisis practicado a la comida del Comandante: contenía una impureza ínfima, derivada de las dificultades que existían para la cocción.
 
Ni la cocina escapaba de las privaciones impuestas por la trágica guerra. «No teníamos los medios ni la tecnología de hoy para elaborar alimentos; se hacía con chismosas (mecheros), y eso daba lugar a pequeños errores humanos, como ocurrió en este caso».
 
De ese modo se despejaba la interrogante que tanto perturbó a Lé Vinh Quán en Dong Hoi. Pero entre la multitud que seguía congregada en Haiphong la ansiedad crecía por minutos. ¿A qué hora llegará el Comandante? Fidel no llegó; los motivos se conocieron después.
 

El general Giap le impone a Fidel el Sello de Combatiente de Dien Bien Phu.
Foto: Tomada de Cubadebate

«Moriré si es preciso, antes de que le ocurra algo al Comandante», dijo Nguyen Manh Toa, cuando Pham Van Dong le advirtió que al líder cubano había que protegerlo a cualquier precio. Eran las tres de la tarde del 15 de septiembre.
 
Fidel acababa de llegar a la rivera norte del río Nhat Le, cerca de Dong Ha, capital de Quang Tri. Entre quienes lo esperaban estaba Manh Thoa, designado al frente del comando de Seguridad que asumía la protección del líder cubano en esa provincia. Manh no olvida el gesto del visitante al escuchar su expresión; «me abrazó así, y me dijo, «¡muy bien, eso está muy bien!», mientras sonreía».
 
La comitiva arribó al lugar tras un largo periplo iniciado al amanecer en Quang Binh. Poco antes de llegar escucharon un estallido en la dirección donde se dirigía la caravana. «No sabíamos de qué se trataba», recuerda Nguyen Dinh Bin, el intérprete que viajaba en el mismo vehículo de Fidel y su homólogo vietnamita.
 
«Ignoro qué pensaría Pham Van Dong en ese momento, pero sé que él temía mucho por la seguridad de Fidel», refiere Dinh Bin. Mas, al arribar al sitio de la explosión el Comandante le ordenó al conductor: «Detenga el carro». Había estallado una mina antipersonal; cuatro jóvenes estaban heridos; les prestaron auxilio.
 
Los petardos sin detonar abundaban sobre el terreno. Una batalla infernal había tenido lugar en el escenario que la caravana surcaba. «Eran kilómetros y kilómetros viendo proyectiles de los más diversos calibres, cañones autopropulsados, tanques y vehículos de combate en total abandono; un cementerio de armas», recuerda el doctor Ariel Soler Silva, médico cubano que iba en la comitiva.
 
La travesía de Quang Binh a Quang Tri fue protegida militarmente por sus dos flancos. «Desplegamos efectivos del ejército a tres kilómetros de ambas orillas. Estaban en disposición de contrarrestar cualquier intento enemigo; hicimos lo mismo para el traslado a la Colina 241», sostiene el Comandante Nguyen Minh Ky, quien integraba también el Comité Popular de la provincia recién liberada.
 
A Manh Thoa, por su parte, no lo abandonaba el recelo. Para llegar a Dong Ha, donde estaba la sede del Gobierno Provisional de Vietnam del Sur, había que cruzar el Nhat Le, y hacerlo en balsa porque no existía puente sobre ese río; «el cruce era un punto muy vulnerable en tales circunstancias; estábamos preocupados», confiesa Manh. «Tomamos medidas especiales».
 
—¿En qué consistieron esas medidas?
 
—Alrededor ubicamos un grupo de artillería, uno de tanques, y un círculo de fuerzas integradas por milicianos. También creamos un anillo interior, con soldados de mucha experiencia. La respuesta a cualquier amago del enemigo sería rápida y contundente. Allí mismo disponíamos de un refugio subterráneo. Antes de cruzar el puente, Pham Van Dong le informó a Fidel que allí empezaba el tramo más crítico.
 
—¿Y qué respondió el Comandante?
 
—Avanzamos, esa fue su respuesta. Realmente Fidel no se detenía ante el peligro.
 
A juicio del Comandante Nguyen Minh Ky, otro elemento de riesgo para el Jefe de la Revolución Cubana en su recorrido por territorios del sur vietnamita recién liberado, estaba en la existencia de una línea de fuego del enemigo, a solo 11 kilómetros de Dong Ha. «Con frecuencia, tanto la artillería como la aviación de ambas partes cruzaban disparos».
 
«Eso nos obligó a tomar medidas extremas para proteger al líder cubano», agrega Minh Ky. «Todo ello sin obviar que, como le dije, existían espías infiltrados en la población, lo que no quiere decir que tuviéramos un pueblo malo, por el contrario; nuestra gente era muy buena, pero nosotros multiplicamos la vigilancia».
 
Nguyen Manh Thoa interviene de nuevo en la plática. Precisa que «más allá del puente sobre el Nhat Le teníamos ubicados a otros cinco grupos de combate, esa fue otra medida adicional de seguridad, para hacer frente a una eventual emergencia».
 
La tensión clímax del recorrido llegó con la presencia del Comandante en una antigua base de logística arrebatada a los invasores, junto al río Ben Hai. «El riesgo era altísimo», enfatiza Minh Ky; «a solo dos kilómetros, en la otra orilla, había un puesto militar enemigo; ¡estaban ahí mismo!».
 
Y allí estaba Fidel, al lado de Pham Van Dong; Cuba y Vietnam juntas, compartiendo la misma suerte; cerca, muy cerca de las armas que apuntaban desde el otro lado del río Ben Hai, entonces frontera postiza de una división artificial inventada para escamotear la soberanía vietnamita.
 
El ingenio creador de los anfitriones se avivó ante el desafío tremendo. A última hora, un suceso fatal obligó a reajustar el programa  de la visita del Comandante a la patria de Ho Chi Minh. El propio Fidel explicó ante los anfitriones: «Inicialmente nosotros habíamos pensado realizar una visita más prolongada a Vietnam. Calculábamos que dispondríamos de tiempo para poder visitar numerosos lugares de este país. Pero, cuando nosotros nos aproximábamos a Hanói, comenzaron a llegar noticias de los sucesos en Chile, del golpe fascista contra el Gobierno de la Unidad Popular.
 
«Por los deberes de solidaridad con el pueblo de Chile y por las dificultades que estaban surgiendo por los ataques a la Embajada cubana y a un barco mercante cubano, decidimos reducir nuestra estancia en Vietnam. La visita se convirtió en una breve visita».
 
Fue por eso que Dien Bien Phu, la Ciudad de Há Long, y otras localidades, entre ellas la urbe portuaria de Haiphong, en el norte, fueron suprimidas de la lista de sitios a visitar por el dirigente cubano. Pero los vietnamitas, con preventiva intención, decidieron no divulgar las modificaciones.
 
La primera versión del programa se distribuyó intacta; salvo que en ella la zona recién liberada del sur no aparecía entre los sitios a visitar: «una maniobra diversionista que se consideró pertinente», aclara Nguyen Xuán Phong.
 
A partir de un hecho fortuito, la inteligencia de la nación asiática organizó el despiste acerca de los momentos y lugares por donde Fidel pasaría.
 
Propiciar un ambiente de credibilidad en torno a las pistas falsas también formó parte de la maniobra montada para proteger a Fidel. Por eso, mientras una multitud permanecía congregada en la ciudad de Haiphong, en espera del Comandante, él recorría territorios del sur recién liberado.
 
Después de tres jornadas de riesgos y emociones en Quang Binh y Quang Tri, el 16 de septiembre, casi al final de la tarde, el líder cubano descendió del AN 24, que estaba de regreso en Hanói. Al pie de la escalerilla lo esperaba el general Vo Nguyen Giap. Los dos se abrazaron. Y el héroe vietnamita proclamó: «Victoria de Fidel, de Cuba y Vietnam!».