Artículos

Tenacidad e incontenible solidaridad

Fidel condecoró a Ana Fidelia Quirot con la Orden al Mérito Deportivo. Foto: Cortesía de Ana Fidelia Quirot
Fidel condecoró a Ana Fidelia Quirot con la Orden al Mérito Deportivo. Foto: Cortesía de Ana Fidelia Quirot

Fecha: 

13/08/2020

Fuente: 

Periódico Granma

Autor: 

Siempre alentó las citas del deporte. Entusiasta sin límites, desde sus años de guerrillero, Fidel tejió su vida animado por el vigor, la tenacidad, el sentido del deber y una incontenible solidaridad humana.
 
«Subir montañas hermana hombres». Es una de las frases más conocidas de José Martí que el líder de la Revolución hizo suya, cuando ese ejercicio en la lucha impostergable exigía de los hombres una alta preparación física para resistir las largas caminatas, sin apenas alimentos, atenazados por las inclemencias del tiempo y el acoso de la tiranía batistiana.
 
El espíritu del joven guerrillero se forjaría desde su infancia, cuando cultivó la afición por el baloncesto y el béisbol. Concluida la batalla por la liberación, vendría su quehacer más difícil, tras su certeza de junio de 1958: «Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos (los norteamericanos). Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero».
 
A la par de las disímiles tareas asumidas por el líder al triunfo de la Revolución, surgieron los retos en la arena deportiva, que siempre hallaron un pie de amigo en su disposición de diversificar la práctica de disciplinas casi desconocidas por la población y, después, apoyar la posibilidad de que de ese movimiento masivo sugieran los nuevos campeones de la patria.
 
LOS PRIMEROS ESCOLLOS
 
Fueron conocidas y repelidas las artimañas de la administración estadounidense para boicotear la participación de Cuba en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, en Puerto Rico 1966, como tampoco olvida nadie la certera respuesta del desembarco de los atletas de nuestro país a bordo del buque Cerro Pelado, decisión en la que fue primordial la determinación de Fidel de llegar a Puerto Rico. La pretendida infamia se tornó en amor y respeto del pueblo boricua hacia sus amigos cubanos.
 
No es nuestra intención hacer un recuento cronológico de los ataques al movimiento deportivo. Solo recordemos las palabras de Fidel en la víspera de la partida de las selecciones femenina y masculina de voleibol hacia el torneo de Norte, Centroamérica y el Caribe (Norceca), efectuado en Los Ángeles, en 1975. «Compitan en buena lid, defiendan nuestra bandera con honor y respeto hacia el pueblo norteamericano». De esa epopeya, los dos elencos retornaron con las medallas de oro, Fidel fue el primero en recibirlos y conversó con ellos, en el aeropuerto José Martí.

Fidel, haciendo la ola durante los Juegos Panamericanos de La Habana-1991,
los cuales vivió intensamente junto a su pueblo. Foto: Tomada de FIBA AMÉRICA


PANAMERICANOS LA HABANA´91
 
Latentes están en el recuerdo los días aciagos del periodo especial. Justo varios años antes, Cuba había ganado el derecho de ser sede de los Juegos Panamericanos de La Habana 1991, ante la Organización Deportiva Panamericana (Odepa). Era un compromiso contraído con anterioridad a que desaparecieran el campo socialista y el 85 % del comercio mantenido por la Isla con el mundo.
 
No faltaron voces que, ante la situación comprometida del país, instaban a renunciar a la sede del evento. Nuevamente fueron la tenacidad, el sentido del deber y la justeza de criterios del Comandante en Jefe los que, para regocijo del pueblo, salvaron la fiesta deportiva de Latinoamérica, en la que el propio Fidel, tras sus palabras inaugurales del clásico, dedicó cada uno de sus días a disfrutar y compartir con los miles de atletas del continente, presentes en La Habana y Santiago de Cuba.
 
Igual apoyo brindó a otros certámenes, como la Olimpiada Mundial de Ajedrez, o los Campeonatos Mundiales de Boxeo y de Levantamiento de Pesas, con sede en casa. Sería interminable la relación de eventos que tuvieron su acompañamiento, no solo como mandatario para presidirlos, sino en el sencillo plano del cubano que disfrutó de los éxitos de los nuestros.
 
ANA FIDELIA QUIROT Y…
 
El año de los Juegos Olímpicos de Barcelona, 1992, fue especial para la Tormenta del Caribe, Ana Fidelia Quirot. Su medalla de bronce en los 800 metros planos en esa contienda la encumbró hasta integrar el grupo de las diez mujeres del patio que sobresalieron en esos 12 meses, lideradas por las ganadoras de oro en esa cita estival Martiza Martén (disco), Odalys Revé (judo, 66 kg) y Mireya Luis (voleibol).
 
Sin embargo, un accidente casero, el 22 de enero de 1993, llevó a Ana Fidelia al borde de la muerte. Solo el denodado esfuerzo de los médicos logró devolverle su vitalidad y posibilidades de retornar a las pistas, al punto de ganar bronce en los 800 metros de los Centrocaribe de Ponce, Puerto Rico 1993, y oro en el Mundial de Gotemburgo, Suecia 1995.
 
Fidel había seguido día a día su recuperación y, en una ceremonia solemne en la que le impuso la Orden al Mérito Deportivo, el 13 de septiembre de 1995, expresó: «Ana Fidelia Quirot ha sido un ejemplo para todos, de no considerarse jamás vencidos, de no considerar algo imposible». «Los médicos que lucharon por salvarle la vida y ganaron la batalla, no pueden ser olvidados».
 
Repetidas muestras de simpatía y respeto profesó Fidel hacia las voleibolistas, bautizadas por el colega René Navarro como las Espectaculares Morenas del Caribe. Igual reconocimiento les dedicó a los peloteros, a quienes acompañó en múltiples jornadas de su preparación para importantes certámenes, en tanto colocó en un insigne lugar al boxeo y al multicampeón Teófilo Stevenson. Recordaremos que, años después de que el púgil cubano rechazara la oferta de pelear por dinero contra el profesional Mohamed Alí, el campeón estadounidense vino a La Habana y confraternizó con el Comandante y con Stevenson.
 
También fueron varias las muestras de admiración que Fidel sintió por los atletas Alberto Juantorena y Javier Sotomayor, a quienes transmitió su apoyo, antes, durante y después de las competencias.
 
Aclaré al principio de estas líneas que no era mi propósito hilvanar una detallada relación cronológica de hechos. He citado algunos pasajes en donde quedaron escritas con letras indelebles la sensibilidad, el decoro, la tenacidad y el sentido del deber del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Siéntanse igualmente reconocidos aquellos deportistas que no han sido mencionados en este relato, y que han colmado la gloria deportiva de Cuba, inspirados en la voluntad del Atleta Mayor.