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Tras los pasos y el mito de Fidel

Fidel Castro se detiene a tomar un refresco en una gasolinera

Fecha: 

22/12/2015

Fuente: 

Periódico El Mundo

Autor: 

En la Nochevieja de 1958, el fotógrafo de la agencia Magnum Burt Glinn (Pittsburgh, 1925) disfrutaba de una fiesta con algunos de sus colegas en un lujoso apartamento de Nueva York.  
 
De repente, alguien dijo que la situación en Cuba había empeorado súbitamente. Glinn no estaba muy al tanto del asunto así que preguntó y repreguntó hasta que alguien le aclaró que el dictador Batista había huido de La Habana y un tal Fidel Castro se acercaba a la capital para tomar el control. Le seguía el movimiento revolucionario llamado 26 de Julio. Glinn sufrió una suerte de advenimiento, pidió allí mismo a sus colegas todo el dinero que llevaban encima, se largó a casa, se puso ropa cómoda y cogió un taxi al aeropuerto de La Guardia. «Glinn no era un loco, no le gustaba que le disparasen desconocidos, pero era un fotógrafo y le gustaba estar cerca de la acción. La Habana era una oportunidad única», dice a EL MUNDO Tony Nourmand, editor de Reel Art Press, que acaba de publicar el libro 'Cuba 1959', que documenta el trabajo de Glinn en aquellos días.
 
Glinn, una celebridad en la Costa Este por su trabajo sobre la Generación Beat, llegó a La Habana un día después, gracias a las costumbres de las compañías aéreas en aquellos tiempos, que incluían que el primero que llegaba era el primero que volaba. Así que cuando el fotógrafo aterrizó en Miami a las tres de la mañana, sólo tuvo que esperar hasta las 10 para ser el primero en embarcar a Cuba. «Cuando llegó a su destino, se registró en un hotel y trató de descansar, pero le despertaron los disparos», dice Nourmand.
 
«Bajé a la callé y vi a un montón de tipos gritando 'Viva el 29 de julio'. Después supe que eran partidarios de Fidel Castro. La verdad es que, aunque oí un montón de disparos, nunca supe a quién disparaban: todos los partidarios de Batista habían huido de la capital por aquel entonces», contaba el propio Glinn en 2001, en una introducción a su última exposición en Nueva York (el fotógrafo murió en 2009). Glinn siguió los acontecimientos en primera fila, y el 4 de enero de 1959 encontró por fin a Fidel Castro. Así fue cómo se convirtió en testigo de la entrada del líder de «los barbudos» en La Habana, con acceso a su círculo íntimo, probablemente porque el de Pittsburgh gozaba de pocas simpatías entre los conservadores de su país. Acto seguido, quedó fascinado por la personalidad de aquel tipo que no dejaba de fumar puros del tamaño de una estatua ecuestre.
 
«La buena relación de Burt con Fidel fue vital para que algunas de las fotos de este libro existan. Castro le dejó ser testigo de todo, y me atrevo a decir, que más allá de las fotos de algunos fotógrafos locales, no hay ningún testimonio visual de aquella revolución que se acerque mínimamente al tamaño y la calidad del trabajo de Burt», subraya Nourmand.
 
'Cuba 1959' incluye más de 100 fotografías, muchas de ellas inéditas, que retratan a veces con calidez, a veces filtradas por el caos, los días que cambiarían el destino de Cuba, aunque ni el fotógrafo ni muchos de los presentes podían imaginar que el idealismo de aquellos días se transformaría en algo completamente distinto. Glinn, que había luchado en la Segunda Guerra Mundial desde 1943, no se asustaba fácilmente, pero tampoco disfrutaba de perder el tiempo.
 
El 10 de enero de 1959 se despidió de Castro y de sus guardaespaldas, y se volvió a Nueva York. «Su trabajo había acabado y en casa había mucho que hacer. Creo que ya había visto lo suficiente y tenía que ganar algo de dinero: le debía pasta a todo el mundo [risas]», termina Nourmand.