Rosendo, Norland

Rosendo, Norland

Un admirador de Fidel que salió de un cuento de García Márquez

Dos grupos había en la sala de prensa de los juegos panamericanos en Lima que se distinguían del resto. Siempre eran más de cuatro, se sentaban cerca, bromeaban, casi siempre con los decibeles disparados. Eran Cuba y Colombia. Desde el primer día las corrientes del mar Caribe produjeron un místico abrazo de ambos bandos, y luego, el partido de béisbol nos unió aún más.
 

Los tres remates que me bloqueó Fidel

Mireya Luis —Mireyita para él— tiene la bola cerca de la net, pero no puede rematarla. El dolor la hala; apenas despega unos milímetros del suelo. Al otro lado, él espera el balón con las manos en alto. Sedosas y firmes. Sabe que esta vez tampoco las va a poder «burlar».
 
«En 2001 me retiré como jugadora en activo del voleibol. Fidel fue a la ceremonia. Estuvimos conversando un buen rato, él me preguntaba de todo.