Entrevistas

Rebeldes cubanos

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ST. GEORGE: Dr. Castro, usted ha sido reportado como muerto muchas veces, pero se le ve vigoroso.  Durante catorce meses ha estado combatiendo en las montañas contra el Ejército de Cuba que cuenta con cerca de treinta mil hombres y armas modernas.  ¿Qué ha podido lograr hasta ahora?  

CASTRO: En diciembre de 1956 éramos doce hombres en las montañas.  Ahora, con mil efectivos, tenemos el control sobre una zona liberada con cincuenta habitantes.  Nuestro ejército se mantiene pequeño de tamaño, siempre en movimiento y combativo; por cada voluntario que aceptamos cincuenta son rechazados.  Nuestros médicos, que brindan sus servicios gratuitamente, al igual que nuestros soldados,  dan a estas personas el cuidado médico que nunca antes tuvieron.  Siempre que nos es posible también instalamos aulas en las zonas ocupadas para enseñar a los niños las primeras letras.

Lo más importante es que este año nuestro movimiento se ha ganado el respeto y afecto del pueblo cubano que estuvo sumido en la apatía política durante mucho tiempo.  Se están rebelando ante las crecientes muestras de terrorismo y corrupción del régimen, y los asesinatos y atrocidades que se comenten abiertamente.  Hace poco cuarenta y siete campesinos de los alrededores fueron agrupados y asesinados a tiros, y su muerte se anunció como la de “rebeldes” muertos en combate.  Estas son solo las muertes que se reportan oficialmente.

El dictador ha utilizado contra nosotros todo tipo de estrategia, desde ataques y bombardeos aéreos, y asaltos de infantería, hasta bombardeos desde el mar.  Grupos de asesinos se infiltran continuamente en nuestras líneas con el objetivo de asesinarme.  Sin embargo, todas estas tácticas han fracasado.
Ahora Batista dice que nos va a matar de hambre, rodeando a la Sierra Maestra con tropas e impidiendo que nos lleguen suministros de alimentos y medicinas.  Hay rumores de que también nos bombardeará con gas mostaza.  Esto es un asunto peligroso porque la base naval de Estados Unidos en Guantánamo está cerca.

ST. GEORGE: Usted ha dicho que va a quemar todos los cañaverales de Cuba.  La vida económica de la isla depende de ellos.  ¿Qué ganaría usted con eso?

CASTRO: Nuestra intención es quemar hasta la última caña, incluida la de la gran finca cañera de mi propia familia aquí en la provincia de Oriente.  Es una medida dura, pero es un acto de guerra legítimo.  Con los impuestos procedentes del azúcar, Batista compra bombas y armas, y paga a su ejército que ahora se ha duplicado.  Sus bayonetas son las únicas que lo mantienen en el poder ahora.  Ya una vez los cubanos quemaron la caña y arrasaron sus propios poblados con el objetivo de arrebatarle la libertad a España.  ¿Durante la revolución en su país, los colonos americanos no lanzaron el té al Puerto de Boston como acción de legítima defensa?  

ST. GEORGE: ¿Qué quieren sus rebeldes, además de  derrocar a Batista? ¿Y qué me dice de las informaciones en el sentido de que usted nacionalizará todas las inversiones extranjeras que hay en Cuba?  

CASTRO: Primero tenemos que derrocar a la dictadura, que nos fue impuesta por el golpe militar en 1952 cuando Batista se dio cuenta de que perdería en unas elecciones libres.  Después, estableceremos un gobierno provisional encabezado por personas elegidas por unos sesenta órganos cívicos cubanos, como los Leones, los Rotarios, grupos de abogados y médicos, organizaciones religiosas. Al cabo de un año, este régimen interino celebrará unas elecciones verdaderamente honestas.  En un manifiesto emitido en julio pasado pedíamos que el gobierno provisional pusiera de inmediato en libertad a todos los prisioneros políticos, restaurara la libertad de prensa y restituyera los derechos constitucionales.  

Debemos llegar a eliminar de raíz la terrible corrupción que ha plagado Cuba desde hace tanto tiempo; establecer un cuerpo de funcionarios públicos con salarios adecuados que esté fuera del alcance de los políticos y el nepotismo; combatir el analfabetismo, que alcanza hasta un 49 por ciento en las zonas rurales; acelerar la industrialización creando así nuevos empleos.  Y es que en este pequeño país de seis millones de habitantes, un millón trabaja solamente cuatro meses al año, en una anticuada economía de monocultivo.

Nuestro Movimiento 26 de Julio nunca ha llamado a nacionalizar las inversiones extranjeras, aunque cuando tenía veinte y tantos años abogué personalmente a favor de que las empresas de servicios públicos fueran de propiedad pública.  La nacionalización nunca podrá ser más beneficiosa que una inversión privada apropiada, ya sea nacional o extranjera, destinada a diversificar nuestra economía.  Sé que para muchos hombres de negocios una revolución suena a algo parecido a una medicina amarga.  Pero después de la primera impresión la verán como una bendición: ya no habrá más ladrones cobradores de impuestos, no más jefes militares que saqueen, ni funcionarios sedientos de coimas que les saquen hasta el último centavo.  La nuestra será una revolución tanto moral como política.

ST. GEORGE: ¿Se postulará usted para presidente?  ¿Y ha pensado usted en la posibilidad de negociar un arreglo con Batista, quien ha prometido que no se postulará en las próximas elecciones presidenciales?  

CASTRO: En virtud de nuestra Constitución, soy demasiado joven para ser candidato.  En cuanto a Batista, ¿al presidente Roosevelt le pasó por la mente llegar a un arreglo con Hitler justo antes del desembarco en Normandía?  

ST. GEORGE: A su movimiento se le ha acusado de tener ideas comunistas. ¿Qué hay de cierto en eso?  

CASTRO: Esto es absolutamente falso. Todos los periodistas de Estados Unidos que han venido aquí corriendo un gran riesgo personal –Herbert Matthews del New York Times, dos reporteros de CBS y usted mismo– han dicho que eso es falso.  Nuestro apoyo en Cuba proviene de todas las clases de la sociedad.  La clase media está fuertemente unida en su apoyo a nuestro movimiento.  Tenemos incluso muchos simpatizantes que son adinerados.  Los comerciantes, los ejecutivos industriales, los jóvenes, los trabajadores están hartos del gansterismo que impera en Cuba.  De hecho, como un periodista suyo, John Gunther, reportó una vez, los comunistas cubanos no se han opuesto nunca a Batista, con quien han parecido sentir una afinidad más estrecha.  
ST. GEORGE: ¿Qué espera usted de los americanos? 

CASTRO: La opinión pública de su país debería conocer más sobre los movimientos democráticos y nacionalistas en América Latina. ¿Por qué temer liberar a los pueblos, ya sea el húngaro o el cubano?   

¿Por qué dar por sentado que dictadores anacrónicos son los mejores guardianes de nuestros derechos, y son para ustedes sus mejores aliados?  ¿Y qué diferencia hay entre la dictadura de una casta militar, como la de Batista, y las dictaduras comunista o facista que ustedes dicen aborrecer?  Para cualquier norteamericano sería absurdo e indignante que un jefe del ejército o un jefe de la policía depusiera o se deshiciera del gobernador de un estado y se declarara personalmente gobernador.  ¿Quién lo reconocería como tal?  Sin embargo, eso sucede con demasiada frecuencia en América Latina.  Al facilitar armas a estos usurpadores del poder –los hombres de la tristemente célebre “internacional de los sables", tiranos como Pérez Jiménez de Venezuela, el exiliado Rojas Pinilla de Colombia, Trujillo de la República Dominicana– ustedes están matando el espíritu democrático de América Latina. 

¿Creen ustedes que sus tanques, sus aviones, las armas que ustedes envían de Estados Unidos a Batista de buena fe se utilizan en defensa del hemisferio?  Él las utiliza para atemorizar a su pueblo indefenso.  ¿Cómo podría él contribuir a la “defensa hemisférica”?  No ha podido doblegarnos ¡ni siquiera cuando éramos solo doce hombres!  

Creo firmemente que las naciones de América Latina pueden lograr la estabilidad política bajo formas de gobierno representativas, como tienen otras naciones.  Primero necesitamos alcanzar el progreso material para elevar los bajos niveles de vida; necesitamos un clima de libertad en el que podamos fomentar hábitos democráticos.  Esto no es posible lograrlo nunca bajo una tiranía.  

Los esfuerzos que se hacen en muchos países latinoamericanos por tener un gobierno propio distan de ser perfectos; eso lo sé.  Pero podemos curarnos de estos males –a menos que intervengan dictadores y estrangulen esta evolución política natural, y reciban ayuda y reconocimiento de otros países.  Le reitero: al darle armas a Batista en realidad ustedes están haciéndole la guerra al pueblo cubano.  

 

Lugar: 

Sierra Maestra, Santiago de Cuba

Fecha: 

04/02/1958